
Sin duda alguna que poseemos en la Iglesia una doctrina capaz de transformar o renovar desde dentro la institución familiar. Para la Iglesia de Venezuela el Concilio Plenario, en su documento sobre la Familia, nos propone un ideal de Familia Cristiana y unas propuestas que creemos indispensables para el desarrollo y el bienestar de la persona, de la sociedad y de la Iglesia. Es una institución fundada y exigida por la misma naturaleza humana, allí nace la persona, allí se hace persona y aprende a convivir con las demás personas con las que se descubre solidario y corresponsable. Sus derechos y sus deberes son del orden natural y algunos del orden sobrenatural, por lo que su existencia y su misma estructura interna no dependen de ninguna decisión del orden civil. Ella es anterior a toda otra organización social.
A la familia sigue la organización de la comunidad, que no es otra cosa que una agrupación de familias. La sociedad no son simples individuos aislados y desligados unos de otros, sino que establecen sus propias reglas de convivencia, de relacionamiento y las formas y mecanismos para resolver las diferencias connaturales a toda convivencia entre personas.
La familia por ser ella misma una comunión de personas es la escuela más auténtica para la comunión y para el mutuo entendimiento. Pero al desaparecer tal comunión por deterioro de la vida económica, social o política, o religiosa, tarde o temprano se hace presente el conflicto y aunque la familia puede sacar de sus reservas morales la fuerza necesaria para superar los conflictos, necesita una cultura, un ambiente favorable y también de instituciones públicas o privadas que la acompañen y la apoyen.
Este año se ha querido presentar como tema central para el Abrazo en Familia la cuestión del conflicto intra y extra familiar. Venezuela se ha vuelto una sociedad conflictiva, violenta, agresiva, intolerante. Sabemos que esto no forma parte de nuestra cultura, sino algo que pertenece a un reciente, pero lamentable aprendizaje. No cabe duda que los modernos medios de comunicación social son poderosos vehículos de la nueva cultura y de nuevos valores; lamentablemente si se usan de forma ajena a la propia tradición y a los valores cristianos desequilibran no sólo la estructura natural, sino también el funcionamiento de la familia.
Nadie ignora que el egoísmo, el individualismo, las tensiones, los conflictos y la violencia destruyen la convivencia familiar y social, y generan la división. La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, la disposición de todos los miembros de la familia a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. En toda forma de desentendimiento o desacuerdo, la mejor forma para llegar a la comunión es el diálogo, que exige sacrificio y capacidad de hacer renuncias y no afincarse en posiciones irrenunciables.
La base de la buena convivencia en la familia y en la sociedad es el respeto y el diálogo. Después de un diálogo respetuoso y sereno se pueden aclarar malos entendidos y llegar a maravillosos puntos de acuerdo. Sólo el diálogo respetuoso y sereno permite superar los conflictos, mientras que el grito y la violencia verbal o de hecho los agrava.
Tenemos la esperanza que el “Abrazo en Familia” en este vigésimo aniversario contribuya a abrir los caminos del diálogo, del respeto y la tolerancia y así conseguir el don, hoy más urgente en la familia venezolana, como es la sana y cristiana convivencia familiar y social.
Mons. Ramón Linares Sandoval
Presidente de la Comisión Episcopal Familia e Infancia
(Tomado de “La Iglesia Ahora”, edición No. 269.)
Ver también: "Semana del Abrazo en Familia cumple 20 años.
31 de octubre de 2010
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