Novena a Santa Mónica

Con textos bíblicos para la misa

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…

Oración preparatoria

Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, y el poder llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida. Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión para cada día

Día primero
Día segundo
Día tercero
Día cuarto
Día quinto
Día sexto
Día séptimo
Día octavo
Día noveno

Oración final

Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de despedida

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.


Oración Prefacio de la misa de santa Mónica

Señor Dios Todopoderoso,
en la festividad de santa Mónica,
es necesario celebrar tus dones en ella,
pues, vivificada en Cristo, vivió de tal manera
que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus costumbres,
y en su corazón se sintiese tu presencia.

Ganó a su marido para ti al final de sus días.
Formó a los hijos, dándoles a luz
tantas veces cuantas veía que se desviaban de ti;
ante sus lágrimas, diarias y sinceras,
le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
Por eso, Señor, te alabamos ahora y por siempre.

17 de agosto de 2010

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