¡Virgencita de Guadalupe, cúbrenos a todos con tu manto! |
María Denisse Fanianos de Capriles|
A todos en esta vida Dios nos toca la puerta de distintas maneras. Una de esas maneras es con "el regalo" (como lo llamo yo) de la enfermedad, porque es en esos momentos cuando solemos desprendernos de muchas cosas de esta tierra para dejar que Dios entre en nuestra vida y nos ayude a sobrellevar con paz esos momentos tan difíciles. La enfermedad nos lleva a entender (si dejamos que Dios nos acompañe en ese trance) que lo único que nos puede dar la libertad y la plena paz, en esos momentos, es abandonarse en Su Amor Misericordioso. Y así se lo digo siempre a amigos muy cercanos que han sufrido o sufren de terribles enfermedades, como por ejemplo el cáncer.
Recuerdo hace años cuando a una querida amiga, quien tiene nueve hijos, le diagnosticaron un cáncer de páncreas e hígado y el médico la mandó a su casa a preparar todo porque le daba unos seis meses de vida. Ella vivía fuera de Venezuela y yo le envié una carta diciéndole que aprovechara ese "regalo de Dios" y todo ese sufrimiento y malestar para ofrecerlo por tantas intenciones de sus hijos, familiares, amigos, etc. Esta amiga me confesó que aquella carta, que la leyó con su familia, al principio no la entendieron pero que a medida que avanzaba la enfermedad (y todo lo que trajo en consecuencia como el apoyo de su familia, de sus vecinos, etc.), les enseñó que realmente ese cáncer los había ayudado a crecer como personas y como familia de una manera extraordinaria. Les enseñó, además, a ponerse en las manos de Dios, sin dejar por supuesto de poner todos los medios científicos para curarse. Mi amiga llevó su enfermedad, y momentos muy duros, con una gran paz y al final logró curarse (muchos dicen que fue un milagro, incluyendo el médico) y allá sigue "vivita y coleando" ayudando a cuidar a sus nietos.
Otra amiga, aquí en Caracas, también sufrió un cáncer que le duró menos de un año. Ella me decía que le daba gracias a Dios todos los días por haberle podido dar un tiempo suficiente para prepararse para la muerte y para poder despedirse poco a poco de sus seres queridos. El día antes de morir conversé con ella y la paz que me transmitió fue impresionante.
Yo considero que la enfermedad es como un toque de puerta directo que Dios nos está haciendo para que le abramos nuestro corazón y nos vaciemos de nuestros egoísmos, de nuestra soberbia, de los defectos que podamos tener, para poder dejar que Él inunde nuestro corazón de ese Amor que nada ni nadie en este mundo nos puede dar. Dios nos toca la puerta para decirnos algo así como: Aquí estoy hijo mío, ven y acuéstate en mi regazo y descansa en Mí, porque conmigo nada debes temer. Muchas personas, afortunadamente, aprovechan esas tocadas de puerta para pedir perdón en la confesión; para enmendar las cosas erradas que hayan podido hacer; para demostrar gran misericordia a los demás porque saben que ellos también necesitan misericordia; y sobre todo para entender que el hombre es ¡Nada! sin Dios y que solo Él es quien nos puede ayudar a entender y sobrellevar la enfermedad de la mejor manera.
Santa Teresa de Jesús decía que: "los días de enfermedad son los que estoy más cerca de Dios". Y para quienes hemos estado enfermos esa es una verdad indescriptible. Esos momentos en que estamos mal, que no podemos movernos, que no podemos leer, casi ni hablar, cuando nos damos cuenta que nuestro cuerpo no vale nada, que no sirve para nada, lo único que nos queda es cerrar los ojos y estar con Dios, abandonarnos en Él y pedirle que nos ayude, que nos alivie ese peso tan terrible que estamos cargando. Cuando lo tenemos a Él nos asombramos entonces cómo podemos cargar sin tanto peso esa cruz tan pesada. ¡Qué diferente es afrontar la enfermedad y la muerte con visión cristiana! Sin duda el gran triunfo del cristiano es que Cristo convirtió la muerte en Vida, en esa vida eterna donde no habrá más dolor, ni más tristeza, ni más llanto...
Esta época de Adviento, en que estamos preparándonos para el nacimiento del Niño Jesús, es un tiempo propicio para abrirle la puerta a Dios y dejarlo entrar, dando muestras magnánimas de perdón, de conciliación, de arrepentimiento y de dolor por lo malo que pudimos haber hecho en el pasado. Dios nos está esperando detrás de esa puerta para que vivamos muy cerca de Él y podamos sentarnos al final de nuestra vida terrena a disfrutar el banquete celestial que nos ha prometido y que nos dará la felicidad eterna para siempre, para siempre...
Que la Santísima Virgen, hoy en su advocación de La Guadalupe (patrona de América), les dé la fortaleza y disposición necesaria a todos los enfermos de esta tierra para que puedan abrirle la puerta a Dios y así llevar con paz y serenidad su dolor. ¡Virgencita de Guadalupe, cúbrelos con tu manto y ayúdalos en estos momentos tan difíciles!
Recuerdo hace años cuando a una querida amiga, quien tiene nueve hijos, le diagnosticaron un cáncer de páncreas e hígado y el médico la mandó a su casa a preparar todo porque le daba unos seis meses de vida. Ella vivía fuera de Venezuela y yo le envié una carta diciéndole que aprovechara ese "regalo de Dios" y todo ese sufrimiento y malestar para ofrecerlo por tantas intenciones de sus hijos, familiares, amigos, etc. Esta amiga me confesó que aquella carta, que la leyó con su familia, al principio no la entendieron pero que a medida que avanzaba la enfermedad (y todo lo que trajo en consecuencia como el apoyo de su familia, de sus vecinos, etc.), les enseñó que realmente ese cáncer los había ayudado a crecer como personas y como familia de una manera extraordinaria. Les enseñó, además, a ponerse en las manos de Dios, sin dejar por supuesto de poner todos los medios científicos para curarse. Mi amiga llevó su enfermedad, y momentos muy duros, con una gran paz y al final logró curarse (muchos dicen que fue un milagro, incluyendo el médico) y allá sigue "vivita y coleando" ayudando a cuidar a sus nietos.
Otra amiga, aquí en Caracas, también sufrió un cáncer que le duró menos de un año. Ella me decía que le daba gracias a Dios todos los días por haberle podido dar un tiempo suficiente para prepararse para la muerte y para poder despedirse poco a poco de sus seres queridos. El día antes de morir conversé con ella y la paz que me transmitió fue impresionante.
Yo considero que la enfermedad es como un toque de puerta directo que Dios nos está haciendo para que le abramos nuestro corazón y nos vaciemos de nuestros egoísmos, de nuestra soberbia, de los defectos que podamos tener, para poder dejar que Él inunde nuestro corazón de ese Amor que nada ni nadie en este mundo nos puede dar. Dios nos toca la puerta para decirnos algo así como: Aquí estoy hijo mío, ven y acuéstate en mi regazo y descansa en Mí, porque conmigo nada debes temer. Muchas personas, afortunadamente, aprovechan esas tocadas de puerta para pedir perdón en la confesión; para enmendar las cosas erradas que hayan podido hacer; para demostrar gran misericordia a los demás porque saben que ellos también necesitan misericordia; y sobre todo para entender que el hombre es ¡Nada! sin Dios y que solo Él es quien nos puede ayudar a entender y sobrellevar la enfermedad de la mejor manera.
Santa Teresa de Jesús decía que: "los días de enfermedad son los que estoy más cerca de Dios". Y para quienes hemos estado enfermos esa es una verdad indescriptible. Esos momentos en que estamos mal, que no podemos movernos, que no podemos leer, casi ni hablar, cuando nos damos cuenta que nuestro cuerpo no vale nada, que no sirve para nada, lo único que nos queda es cerrar los ojos y estar con Dios, abandonarnos en Él y pedirle que nos ayude, que nos alivie ese peso tan terrible que estamos cargando. Cuando lo tenemos a Él nos asombramos entonces cómo podemos cargar sin tanto peso esa cruz tan pesada. ¡Qué diferente es afrontar la enfermedad y la muerte con visión cristiana! Sin duda el gran triunfo del cristiano es que Cristo convirtió la muerte en Vida, en esa vida eterna donde no habrá más dolor, ni más tristeza, ni más llanto...
Esta época de Adviento, en que estamos preparándonos para el nacimiento del Niño Jesús, es un tiempo propicio para abrirle la puerta a Dios y dejarlo entrar, dando muestras magnánimas de perdón, de conciliación, de arrepentimiento y de dolor por lo malo que pudimos haber hecho en el pasado. Dios nos está esperando detrás de esa puerta para que vivamos muy cerca de Él y podamos sentarnos al final de nuestra vida terrena a disfrutar el banquete celestial que nos ha prometido y que nos dará la felicidad eterna para siempre, para siempre...
Que la Santísima Virgen, hoy en su advocación de La Guadalupe (patrona de América), les dé la fortaleza y disposición necesaria a todos los enfermos de esta tierra para que puedan abrirle la puerta a Dios y así llevar con paz y serenidad su dolor. ¡Virgencita de Guadalupe, cúbrelos con tu manto y ayúdalos en estos momentos tan difíciles!
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