RAFAEL ORTEGA | EL SIGLO
La Iglesia en Venezuela y la gran familia Agustiniana celebró los 17 años de la beatificación de Laura Evangelista Alvarado Cardozo, nuestra Madre María de San José, oriunda del pintoresco pueblo de Choroní, estado Aragua.
La ocasión fue propicia para revivir un acontecimiento que marcó la historia eclesial de nuestro país el 7 de mayo de 1995, Domingo IV de Pascua, cuando en la plaza San Pedro de Roma, Su Santidad el Papa Juan Pablo II presentó al mundo a una mujer de pueblo, humilde y sencilla, modelo de virtudes heroicas que se convirtió en la primera beata venezolana.
En la Homilía de ese día, el Papa declaró: “Desde muy niña descubrió el amor a la Eucaristía en la que encontró el carisma distintivo de su espiritualidad… su amor ilimitado a Cristo Eucaristía la llevó a entregarse al servicio de los más necesitados en quienes veía a Jesús sufriente”.
Recordó el Santo Padre que para ello fundó en Maracay la Congregación de Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, dedicada a la asistencia de los ancianos y de los niños huérfanos y abandonados.
La caridad, virtud en la que más se distinguió la Madre María de San José, la movía a repetir continuamente a sus hijas: “Los desechados de todos son los nuestros, los que nadie quiere recibir, esos son los nuestros”.
El Papa Juan Pablo II continuó diciendo que “la vida de la Madre María de San José interpela a todos como ejemplo de confianza en Dios y de ayuda a los necesitados. La nueva beata es para la mujer venezolana un llamado a desarrollar con verdadera entrega su misión específica en la Iglesia y en la sociedad”.
Mientras en Roma se celebraba este magno acontecimiento eclesial, millones de telespectadores seguían la transmisión directa de la ceremonia papal: La Venezuela católica, siguiendo las normas de la Conferencia Episcopal esperó en alegre vigilia hasta la hora correspondiente del país (4:00 a.m.), alabando y dando gracias a Dios por este regalo tan grande a la Iglesia, al pueblo y a Venezuela.
En la avenida Bolívar de Maracay, en las adyacencias de la Catedral y del sepulcro de la Madre María, esa noche del 6 al 7 de mayo, la concentración fue de 150 mil personas.
A las 10:00 de la mañana, el Nuncio de Su Santidad en Venezuela, Oriano Quillicci, se trasladó a Maracay donde a campo abierto celebró la Eucaristía.
Objetos y utensilios de la Madre María pueden ser apreciados en el pequeño museo ubicado frente al Santuario |
El inicio de un movimiento
A raíz del fallecimiento de la Madre María de San José, en el año 1967, se inició un movimiento de fe alrededor de su figura, solicitando favores y al mismo tiempo dando gracias por aquellos recibidos.
Esto, aunado a la sugerencia de la Orden de los Padres Agustinos Recoletos, anima e impulsa a la Congregación de Hermanas Agustinas a solicitar ante la Santa Sede, la apertura del proceso de beatificación de la Madre María de San José.
Una vez aprobada la solicitud, se dio inicio al proceso en el año 1983. Sin embargo, el milagro requerido sucedió anticipadamente en 1982, en la persona de la Hermana Teresa Silva, Agustina Recoleta, a quien la Madre María en vida le había profetizado su sanación al llegar a los 50 años de edad, ya que durante 27 años la religiosa había estado padeciendo de osteoartrosis severa, hasta llegar a la invalidez total y alrededor de 30 cirugías sin resultado positivo alguno, lo que hizo que los médicos tratantes la desahuciaran.
El 19 de enero de de 1994, se procedió por decisión de la Congregación Religiosa a la exhumación de los restos de la Madre María de San José, a fin de facilitar la veneración de los fieles que cada día crecía en número.
Exactamente a las 9:45 de la mañana, se levantó la loza de cemento que cubría el sepulcro y el ataúd de madera en notable estado de deterioro por la humedad del subsuelo.
Trasladada por las Hermanas a la sala de verificación, adyacente a la Capilla, su cuerpo fue hallado admirablemente intacto, en perfectas condiciones su atuendo religioso y la cruz de madera que sostenía entre sus manos, íntegros el tallo y las hojas de la azucena que reposaba sobre la cruz.
Cuerpo incorrupto de la Madre María de San José |
Desde entonces, millares de personas procedentes no sólo de distintos lugares de Venezuela, sino de diferentes países del mundo, han desfilado ante sus reliquias, las cuales reposan en el Santuario Madre María, inaugurado el 22 de enero de 1996 para la veneración de los fieles.
Actualmente, numerosos testimonios continúan llegando a la sede de la Casa Hogar Inmaculada Concepción de Maracay, agradeciendo la intercesión de nuestra beata en sus múltiples necesidades.
Hoy en día sus devotos esperan su canonización por parte de la Iglesia Católica, la cual exige como requisito un nuevo milagro que sea completo, definitivo y comprobable científicamente. Por este motivo, sus Hijas Agustinas exhortan e invitan al pueblo católico de Venezuela y del mundo, que la conoce y la venera, a unirse en oración de petición por la canonización.
El legado de Dios en la persona de de nuestra beata Madre María de San José, se hace realidad en el carisma, la espiritualidad y la misión específica, prolongada por sus Hijas Agustinas Recoletas a través de las obras de caridad socio-benéficas y evangelizadoras: casas hogares, colegios, ancianatos y casas de evangelización, incluyendo una obra en Perú.
En este sentido, la Madre María de San José profetizó lo que ahora es una realidad: “Veremos… y yo, desde el cielo, florecer nuestra humilde Congregación”.
Nuestra primera beata venezolana es don de Dios para la Iglesia universal, por ello Su Santidad el Papa Juan Pablo II expresó: “A las puertas del Tercer Milenio Cristiano, encomiendo a esta gloriosa hija de la iglesia las tareas de la Nueva Evangelización en Venezuela y en todo el Continente latinoamericano”.
Estas palabras del Papa Juan Pablo II en el año 1995 invitan y exhortan hoy a la Iglesia en Venezuela y Latinoamérica a colocar bajo el patrocinio de nuestra beata Madre María de San José la Misión Continental surgida en la V Conferencia de Aparecida en el año 2007.
“¿Cómo te recuerdo Madre querida?”
La Hermana Dilia Barrios recuerda a la Madre María de San José como una mujer de frágil porte exterior de un metro 45 centímetros de estatura que contrastaba con la inmensidad de su espíritu que desbordaba silenciosa en serena majestad a través de todo su privilegiado ser.
“Era lo que más me impresionaba de su persona: esa serena majestad resplandeciente en su encantadora sencillez. La mayor parte de su vida la vi vestida con su hábito negro, siempre pulcra, ordenada y bien presentada”, rememoró la religiosa.
“Su andar era ágil; su hablar, pausado y grave, de sonoridad profunda. Su sonrisa era casi infantil por su simplicidad, ternura y pureza”, acotó.
Asimismo, la Hermana Dilia Barrios mencionó que su espíritu de trabajo revelaba a una mujer activa y emprendedora sin estridencias ni agitaciones.
A su juicio, parecía que la Madre María de San José había hecho voto de no perder el tiempo, porque –tal como ella lo decía- “el tiempo vale lo que la sangre de Cristo”.
07 de mayo de 2012
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