El Universal, miércoles 2 de noviembre de 2011
Hace días vi una cuña (spot televisivo) donde una joven llama al uso del "anticonceptivo de emergencia". Ella se lamenta de haber tenido a su hijo. ¿Qué sentirá ese niño cuando la oiga lamentándose públicamente de haberle dado la vida? Lo increíble de la cuña es que promueven la venta de un producto farmacéutico, que contiene una carga masiva de la hormona Levonorgestrel (con muchos efectos adversos y contraindicaciones, que requiere récipe médico en la mayoría de los países) como si fuera un caramelo.
Y es que cuando se quiere vender, a veces se juega con la ignorancia de quienes han caído en la conducta sexual temprana. Eso sí "mientras tengan sexo seguro no hay problema", dicen algunos. Lo que no se dice nunca es la cantidad de enfermedades de transmisión sexual que pueden adquirirse, aun utilizando el preservativo.
Lo que no se dice nunca es el daño que te haces o haces a otro/a, y la huella que queda (en la memoria y en el corazón) cuando el sexo es usado con ligereza.
Lo que no dice esa cuña son los daños que ocasiona esa píldora (especialmente en niñas y adolescentes que la usan mensualmente, o incluso más de una vez al mes) la cual en muchos casos actúa no como anticonceptivo sino como abortivo; porque si se llega a concebir, esa pequeña pastilla termina con esa nueva vida impidiendo que se implante el óvulo fecundado. En el momento en que se une el óvulo con el espermatozoide (desde los 30 minutos hasta 4 o 5 horas desde el coito) se define toda la carga genética que da esas características únicas (color de ojos, cabello, estatura, etc.) a ese nuevo ser, que además tiene un alma (para quienes creen en Dios).
Otro problema de esa cuña es la promoción del libertinaje sexual entre niños y jóvenes. Quienes pagan esa publicidad, y los dueños de los canales que la transmiten, parecieran no entender el profundo significado del sexo. Éste es un compromiso donde dos personas se dan el uno al otro por completo. Y para que esa entrega sea plena esto debe darse dentro del matrimonio, y con la actitud responsable de quienes están dispuestos a acoger, cuidar, amar y educar a los hijos que puedan ser concebidos. Si el sexo es vivido fuera de su sentido profundo, se cae en un sinfín de deformaciones. Una de ellas consiste en considerar al otro/a simplemente como objeto de placer. Otra consiste en tener sexo fuera del matrimonio con uno o varios (de otro o del mismo sexo) o el adulterio, como si fuera lo más normal del mundo. Otra deformación es la que lleva a una mentalidad antivida, a través del uso de una serie de métodos que "protejan" de un hijo, o que si empieza a vivir no permita la implantación del óvulo fecundado (como es el caso también del famoso DIU que ya ni se ve en Estados Unidos, pero se produce en masa para la exportación, hacia los países del Tercer Mundo).
Cuando se da una educación seria y objetiva a los niños y adolescentes, en el amor y en la responsabilidad, encontramos muchos jóvenes valientes decididos a evitar relaciones sexuales antes del matrimonio. ¿Por qué no seguir esos ejemplos? La Organización Mundial de la Salud recomienda la abstinencia sexual y la monogamia, por considerarlas medidas altamente seguras y eficaces en la prevención de las infecciones de transmisión sexual ¿Por qué no hablar de eso en lugar de promover el libertinaje sexual? ¿Por qué no hablar también de tantos matrimonios felices que viven su entrega mutua en plena fidelidad, no con miedo al hijo, sino con una gran esperanza en ellos (ese podría ser un excelente tema para un guión de telenovela)?
Y para terminar es importante destacar que las compañías farmacéuticas deben dedicarse a servir a la vida, a la salud y a ayudar a la maternidad; y no a comercializar productos que puedan ocasionar daños en la mujer y la muerte de millones de embriones. Así tendremos un mundo más justo y, sobre todo, más decidido a amar, a acoger y a servir a esas personitas que llenan de gran alegría y esperanza nuestro mundo: los hijos.
10 de noviembre de 2011
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