Saludo del P. Ismael Ojeda en el Día de la Madre

Estimadas Madres de Venezuela: Que tengan un feliz Día de la Madre.

En este día especial para ustedes permítanme unirme a sus seres queridos, esposos e hijos, para agradecerles a ustedes la entrega incondicional de su vida. Es justo que dediquemos siquiera una jornada al año para reconocer nuestra deuda inmensa con todas ustedes. Pretender pagarles lo que hemos recibido de ustedes en el pasado, y las mil delicadezas que nos regalan a diario, sería sencillamente algo interminable y por demás imposible. Por eso, reconocemos que no las merecemos, pero a la vez confesamos que las necesitamos.

Les deseo, pues, que pasen un día feliz en compañía de las personas más queridas para ustedes, y que más las quieren, respetan y admiran. Que esa comunión familiar, en la medida de lo posible, sea signo de la comunión que tenemos con nuestro Dios, que es padre y madre a la vez, para todos. Ustedes son verdaderamente un “sacramento” o señal elocuente de Dios en la familia y en la sociedad. Desde el principio Dios las hizo muy especiales y les encargó que fueran en el mundo, y sobre todo en la familia, expresión de su ternura y cercanía; maestras de humanidad. Por eso, con ustedes es más fácil llegar hasta Dios y experimentar su amor y providencia para todos y cada uno de nosotros.

Permítanme un recuerdo especial para las Madres Cristianas Santa Mónica que están presentes y activas en muchísimos ministerios que los agustinos recoletos atendemos en América; y en otros lugares. Estas madres cristianas y agustinianas desean llevar hasta las últimas consecuencias su maternidad, siendo transmisoras de la fe a la familia y en particular a los hijos. Las felicito de todo corazón porque además de dar vida a los suyos quieren transmitirles en todo momento el tesoro de la fe y la llave del conocimiento de Dios, conscientes de que nos movemos en un mundo difícil para la práctica religiosa.

Las felicito efusivamente en este día y las animo a seguir en su noble y maravillosa misión de encarnar y personalizar el amor y la ternura de Dios en sus hogares, en la sociedad y en la Iglesia. Las necesitamos para seguir edificando la civilización del amor y de la reconciliación. Pueden sentirse orgullosas de la vocación que han recibido de Dios.

En verdad, les confesamos que estamos orgullosos de ustedes, y pedimos a Dios que las haga felices mientras reparten a discreción el amor y la ternura que a diario reciben de su bondad infinita.

Que la Virgen María, su modelo de mujer creyente y de madre, las ayude a seguir llevando mucho fruto para gloria de Dios, para contento y bien de sus seres queridos, y para la propia satisfacción de ustedes. Santa Mónica interceda por ustedes para que sean fieles. Dios las bendiga. ¡Felicidades! Con estima personal, p. Ismael

08 de mayo de 2011

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