III Domingo de Adviento -A-

Mateo 11, 2-11

Juan, que había oído hablar en la cárcel de las obras del Mesías, envió a sus discípulos a preguntarle:
-¿Eres tú el que tenía que venir, o hemos de esperar a otro?
Jesús les respondió:
-Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no encuentre en mí motivo de tropiezo!
Cuando se marcharon, Jesús se puso a hablar de Juan a la gente:
-¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre lujosamente vestido? Los que visten con lujo están en los palacios de los reyes. ¿Qué salisteis entonces a ver? ¿Un profeta? Sí, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti; él te preparará el camino. Os aseguro que entre los hijos de mujer no ha habido uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.


12 de diciembre de 2010



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