XXX Domingo del Tiempo Ordinario -C-

Lucas 18, 9-14

También a unos, que presumían de ser hombres de bien y despreciaban a los demás, les dijo esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo, erguido, hacía interiormente esta oración: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de todo lo que poseo».
Por su parte, el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador».
Os digo que éste bajó a su casa reconciliado con Dios, y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

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24 de octubre de 2010

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