Debemos oír el Evangelio como si el Señor estuviera presente y nos hablase. No debemos decir: "felices aquellos que pudieron verle". Porque muchos de los que le vieron le crucificaron, y muchos de los que no le vieron creyeron en Él. Las mismas palabras que salían de la boca del Señor se escribieron, se guardaron y conservaron para nosotros. San Agustín
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