Queridas Madres Cristianas Santa Mónica de Venezuela:
A la vez, les propongo para este año que asuman una actitud de renovación personal y de participación entusiasta en la tarea de actualizar y reorganizar la Asociación de Madres Cristianas Santa Mónica. Esperamos crecer en el sentido de Iglesia y en la conciencia de nuestra identidad o carisma y misión en la Iglesia y en el mundo.
Después de Reyes, hemos entrado en el tiempo ordinario de la liturgia. Pero no se trata de guardar las imágenes y adornos navideños en cajas y cartones, ¡y hasta la próxima navidad! No.
La celebración del nacimiento de Jesús Salvador en nuestros corazones y en nuestras familias debemos continuarla como una experiencia de fe personal y familiar. Cuidemos con delicadeza esa semilla para que crezca y dé frutos abundantes no solo durante este año, sino siempre.
Ayer, segundo domingo del tiempo ordinario, la primera lectura narraba así la vocación de Samuel: "el niño creció. Dios estaba con él. Y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras".
Todo el pueblo comprendió que Samuel era en verdad un profeta porque sus palabras fueron acreditadas por Dios mismo: pues se cumplían. Era una palabra eficaz y reconocida por todo Israel.
Nosotros seguiremos creciendo espiritualmente, durante este año, y dejando que Dios actúe más y más en nosotros y en la asociación de madres mónicas. El Espíritu nos enseñará a distinguir las tareas más necesarias, más urgentes o prioritarias.
El Hijo de Dios nació en Belén, creció y manifestó a todo Israel su poder de transformar a los hombres y, a través de ellos, al mundo entero. Su resurrección del sepulcro demostró que había venido para quedarse, y así lo ratificó en Pentecostés: yo he vencido al maligno, el padre me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, al mundo entero y proclamen el Evangelio. Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos.
Queridas madres mónicas de Venezuela, Cristo vive y nos ha encargado conquistar el mundo para Dios. Nada más pero tampoco nada menos que eso. Ayudar a Cristo a salvar este mundo que comienza por tu persona y tu familia, que se extiende por tu país y la Iglesia entera, que se prolonga en las migraciones intercontinentales, en el terrorismo y en las guerras geopolíticas, en los innumerables conflictos sociopolíticos y religiosos de tantos pueblos y naciones, en el calentamiento de la tierra...
Frente a esta realidad, recordemos que todo ha sido salvado por Cristo. Porque todo lo asumió y está redimido. Ese panorama tan variopinto, problemático y convulso tiene remedio. A veces lo sentimos amenazante y poderoso, receloso de Dios, y hasta su enemigo declarado porque no le gusta esta creación y quiere corregir la plana al Creador: pretende cambiar al hombre y a la mujer, según sus intereses, edificar otra, sociedad. ¡demasiado atrevimiento! ¡una locura!
En fin, el mundo parecería que marcha al revés y aun en contra de lo que Dios pensó y proyectó… por eso, hoy día ya no se habla de los cambios propios de nuestra época, sino del cambio de época... Un nuevo mundo globalizado que se mueve y avanza muy rápido y que casi no podemos detenerlo ni manejarlo de manera constructiva usando la razón y la fe.
Y, sin embargo, Cristo nos sigue enviando de manera insistente a este mundo concreto e inmenso a la vez, cuya denominación de origen san Agustín la resumió así: “nos hiciste, Señor, para ti”. Cristo nos envía con carácter de urgencia, sí, pero no a la desesperada ni con prepotencia; sino con la fuerza del amor de Dios. Sencillos como palomas y astutos como serpientes.
Para afrontar esta misión sagrada de predicar y levantar el reinado de Dios en nuestros días, necesitamos la docilidad y valentía del profeta Elías y el poder del Espíritu de Pentecostés. Se nos pide ser santos, así como suena. Dar la talla como discípulos de Cristo. Dejarnos llevar por el poder del Espíritu hasta que nuestra existencia se transforme en un milagro constante; hasta creer y activar el poder de Dios, hasta ver sus obras magníficas… esta es la hora de Dios. Solo él puede generar esta misión y solo él la puede llevar a feliz término.
Precisamente el evangelio de hoy, lunes de la segunda semana del tiempo ordinario, sale a nuestro encuentro: tenemos al novio con nosotros, no podemos ayunar; a vino nuevo, odres nuevos; a nuevos desafíos, nuevas estrategias; a grandes males, mayores remedios; en fin, no podemos aplicar paños calientes, hay que sacar las reservas espirituales... No se puede vivir de rentas.
Entonces, como personas nuevas en Cristo, clamemos ante el dueño de la mies: toma, Señor, mi barro y hazme de nuevo; rompe mi vasija, si es preciso, y hazla de nuevo. Que no se frustre ni una sola de tus palabras, o de tus promesas. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. ¿para qué soy bueno?
Queridas hermanas, es mucho lo que Dios nos pide, lo pide todo: pero él nos lo concederá previamente. Decía san Agustín: "pídeme lo que quieras, y dame lo que me pides". Comencemos suplicando por el equipo interprovincial para que Dios nos ilumine y descubramos la voluntad de Dios sobre las madres mónicas de la orden, o de las dos órdenes de agustinos, ¿por qué no? Todo es posible para Dios.
Supliquemos todos al dador de todo bien, para que este año avancemos en las tareas que se nos han encomendado: trabajar de manera conjunta, agustinos y recoletos; mapear las comunidades de madres mónicas en ambas órdenes; actualizar la normativa pastoral común a las dos órdenes, o crearla si es necesario; actualizar los materiales de formación existentes y crear algunos nuevos, etc.
Pidamos al Señor la consecución de estos objetivos durante este año. Dios Padre, que desea que todos se salven, nos mande a través del Hijo Salvador la parresía del Espíritu sobre todos nosotros, como sucedió en pentecostés: los primeros discípulos no podían guardarse el evangelio para ellos solos, tenían que proclamarlo al mundo entero; la palabra no estaba encadenada; dejaban su tierra y recorrían incansables el mundo entero evangelizando y sanando a los enfermos, instaurando el reino de Dios en el mundo.
Seguro que muchos nos dirán que eso es imposible, que estamos soñando, que nos falta realismo, que fracasaremos; que hemos perdido el juicio, que somos unos ilusos, ingenuos, o temerarios... No importa. Apostemos por Cristo, por la familia, por la Iglesia, por los hijos y las nuevas generaciones de creyentes... Por una Iglesia renovada y por “otro” mundo distinto al actual. Dios dará el incremento; no nos abandonará. Mientras no nos dejemos robar la alegría y la libertad de los hijos de Dios, la victoria nos pertenece en Cristo triunfador de la muerte.
Si desean, queridas madres mónicas de Venezuela, crecer en la comprensión de su identidad, su vocación y su dignidad como mujeres, les propongo que lean y mediten la carta apostólica de san Juan Pablo II, “la dignidad de la mujer”. La encuentran en el blog en siete entregas. Aquí el enlace primero: https://ismaelojeda.wordpress.com/2023/01/22/dignidad-y-vocacion-de-la-mujer-1-de-7/
Si la propuesta suscita interés general, veremos la manera de facilitar el texto íntegro de la carta. Pues queremos que las madres mónicas enriquezcan a la Iglesia y al mundo con su específico aporte del “genio femenino” que contribuirá a que sea más humano y más religioso. También pueden consultar:
Queridas madres mónicas de Venezuela, me despido y resumo: tenemos por delante una misión que merece la pena. Manos a la obra. Dios está de nuestro lado. Que ustedes sientan siempre el poder del Padre, el consuelo del Hijo y la unción del Espíritu. Que santa Mónica interceda por nosotros. Ella nos señala la meta. Permanezcan unidas. El gozo en el Señor sea su fortaleza. Bendiciones.
Parroquia santa mónica
Príncipe de vergara, 87
28006 madrid, españa
T. (34) 914 118 960
https://ismaelojeda.wordpress.com